El trabajo en el tambo es uno de los más sacrificados en el campo. No hay descanso. Se trabaja de lunes a lunes. Tampoco fines de semana largo o feriado. Se ordeña dos veces en la jornada y la lecha hay que sacarla todos los días.
Políticas equívocas, falta de infraestructura, caminos intransitables, precios que en momentos estuvieron por debajo de los costos fijos, provocaron que muchos tambos cerraran sus tranqueras y campos que fueron trabajados por tres generaciones, terminen en agricultura o en ganadería de carne.
Realmente hay que sacarse el sombrero ante el hombre y la mujer tambero. En la mayoría de las explotaciones trabaja la familia cumpliendo distintos roles, fundamentalmente en los de menor escala. La jornada comienza muy temprano. Cuando el sol todavía no ha asomado en el horizonte y termina a la tardecita con las primeras sombras de la noche. Entrar las vacas a la sala de ordeñe, preparar las pezoneras, el alimento, ordeñar, mandar la leche al equipo de frío. Sacar los ejemplares a los lotes en donde se encontraban los que trabajan a pasto; mientras que los que hacen en sistemas tabulados o semitabulados a los espacios destinados a las lecheras. En este sistema los tractores con sus mixer trabajan todo el día cargando alimento para luego depositarlos en los comederos. Después del ordeñe hay que limpiar el corral donde las vacas esperan, también la sala de ordeñe además de otros trabajos. A la tarde, a las 16.00, aproximadamente llega el segundo turno de ordeñe y la tarea se vuelve a repetir. Es un trabajo continuó que tiene pocos momentos de descanso los 365 días del año, además de atender la guachera, darle de comer a los terneros, que en el caso de los machos son vendidos. También está el tema de la sanidad que es clave en la lechería con problemas que son puntuales del sector. Los tactos a las vacas. Trabajar y prepara lotes para hacer praderas, maíz, que constituirán la dieta del rodeo. Soportar tres largos años de sequía y desprenderse de parte del plantel para seguir en el camino y no quedar fuera del sistema. Hasta el día de hoy se ven las holandos en los remates. Vacas que no son de descarte y que podrían seguir en el tambo, pero la sequía y la delicada situación económica han obligado al productor a desprenderse de ejemplares. Otros, un buen número, se hartó y dejó todo. Se dedicó a otro rubro o bien arrendó el campo. Lamentablemente, muchos pequeños y medianos productores han desaparecido y se sabe. “Tambo que cierra, no abre más las puertas”. Curiosamente el número de vacas, el rodeo no ha bajado en la provincia, sí el de tambos, quedando claro que las lecheras se han concentrado en grandes tambos.
Otro fenómeno que se ha dado es que, con el avance de los centros urbanos, muchos tuvieron que abocarse al tambo orgánico que tiene una serie de requisitos que cumplir con costos muy altos.
La tecnología llegó para quedarse, pero no todos pueden acceder a la misma. O bien hacen lo que está a su alcance, con tambos de pocas bajadas. Están aquellos que tienen un pequeño tambo con vacas de distintas razas. Gente que le da valor agregado a la producción como los famosos quesos de campo, crema, ricota y otros productos.